Fracaso Escolar y Problemas de Aprendizaje
Por: Héctor Pauchard Hafemann
EL FRACASO ESCOLAR
El que un niño tenga problemas de rendimiento en la escuela genera mucha preocupación en los padres, no sólo por el futuro del niño sino porque es al mismo tiempo un problema económico (es bien sabido que el repetir un año de estudios tiene un alto costo).
De todas formas, es esencial el que los padres sepan que los problemas del aprendizaje se pueden manejar con éxito y a menudo con procedimientos muy simples. También, se debe tener presente la importancia de detectarlos y enfrentarlos a edad temprana, puesto que sus efectos pueden ir en paulatino aumento, agravándose en consecuencia.
Para ello es conveniente que los padres estén en condiciones de reconocer distintos indicios de esta problemática:
El niño tiene dificultades en entender instrucciones y cumplir con ellas.
Le cuesta recordar lo que se le acaba de decir.
Ya en un primer tiempo no logra adquirir las destrezas básicas de lectura, escritura y matemáticas, con los consiguientes fracasos en el trabajo escolar.
Presenta dificultad para distinguir entre la derecha y la izquierda. O, confunde el número 25 con el número 52, la "b" con la "d", y "le" con "el";
Tiene falta de coordinación tanto al caminar, jugar deportes o llevar a cabo actividades sencillas (sujetar un lápiz, amarrarse los cordones del zapato, etc.).
Pierden o extravía con facilidad el dinero para sus gastos, los libros de la escuela y otros.
No entiende el concepto de tiempo y se confunde con "ayer", "hoy" y "mañana."
Además, en esta área problemática es necesario distinguir dos grandes variedades de deficiente rendimiento escolar. Una, cada vez más común, es la del niño o adolescente que se niega a estudiar alegando razones aparentemente válidas que van desde el niño que dice que no le gusta estudiar amparándose en que, según la moda de turno en educación, los niños no deben ser obligados (sólo deben hacer lo que les gusta) al adolescente que desea vivir su vida, respaldado por el sacro derecho a la libertad preconizado por ideólogos de la nueva ola.
La otra corresponde a niños que presentarían algún indicio de psicopatología. En esta última problemática son muchos los factores que intervienen. Aquí le dedicaremos atención a algunos de los que aparecen más importantes y que son susceptibles de ser manejados con éxito por sus padres o las personas encargadas del niño.
Aunque en ciertos sectores médicos y pedagógicos existe la convicción de que muchos de estos problemas son de origen orgánico (p. ej.: algún tipo de alteración en el sistema nervioso central) el hecho es que pesan enormemente en estas dificultades factores que denominamos supraorgánicos, precisamente para subrayar su independencia de lo propiamente físico. Tal es el caso de problemáticas en relaciones humanas, convicción del niño de no tener recursos y otros.
Esta creencia en que el origen de problemas de este tipo es resultante de alteraciones orgánicas deriva especialmente de que a menudo estos niños son hiperactivos o tienen dificultades para concentrarse. Y debido a que determinadas drogas pueden mejorarlos en estos aspectos (con todos los riesgos de efectos secundarios, como es el caso del ritalín) los partidarios de la explicación orgánica se sienten respaldados en su convicción.
Sin embargo, la hipótesis de que influyen allí elementos supraorgánicos a su vez está sólidamente respaldada por el éxito de tratamientos en que no se recurre a ningún tipo de droga (Ver Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad ).
En todo caso, el tratamiento precoz es indispensable en todos estos casos debido al riesgo evidente de que las dificultades vayan en aumento. Así, un niño que no aprende a sumar en la escuela primaria eventualmente no aprenderá álgebra en la escuela secundaria.
Nuestra opinión frente a este tipo de problemas es la de intentar los procedimientos sencillos que indicamos más adelante por parte de los padres y de los profesores que tengan la voluntad necesaria para ello. Porque la experiencia nos indica que en cantidad de casos ellos bastan para solucionar estas dificultades. Se puede evitar de esta forma tratamientos largos y de alto costo y los efectos iatrogénicos de algunos de ellos. De acuerdo con esto, sólo si no hubiera resultados satisfactorios habrá que recurrir a especialistas. En todo caso, estamos llanos a absolver consultas (a través de e-mail) sobre las posibles dificultades que se presenten en la puesta en práctica de las instrucciones en cuestión.
Sin embargo, previo a ello estimamos necesario que los interesados en llevar a la práctica las mencionadas indicaciones, tengan conocimiento de los factores que allí intervienen (etiología). Porque lo ideal es intervenir directamente sobre ellos y no sobre sus resultantes (los síntomas).
ETIOLOGÍA
Examinaremos a continuación algunos hechos frecuentes de encontrar y que están en la base de las dificultades que nos ocupan, para luego dar algunas indicaciones que se han mostrado eficientes en su manejo.
Examinemos en primer término el común intento de los adultos de ayudar al niño con dificultades, y que corrientemente tiene dos tipos de consecuencias negativas: 1) el niño no desarrolla sus recursos y potencialidades y 2) la relación niño-adulto se afecta notoriamente con secuelas directas en el interés del niño por el estudio.
Efectivamente, el niño que es sistemáticamente ayudado en su trabajo escolar no hace uso de sus recursos. Su resultado inevitable es que éste desarrolla una representación (idea) de si mismo de incapacidad con el subsiguiente desapego, si no desagrado, en todo lo que se refiera a actividad intelectual. Porque es un hecho indiscutible el que nadie desarrolla interés por actividades en que se sabe inepto y que le significarán, de enfrentarlas, un fracaso seguro. A raíz de lo cual las evitará de manera sistemática. Es decir, será un mal alumno sin duda alguna.
Por otra parte, la ayuda que los adultos intentan dar a los niños genera una situación de alto riesgo, según lo muestran las experiencias repetidas al respecto. Es corriente en efecto, que el adulto reacciona con impaciencia frente a las torpezas, dificultad de comprensión y errores cometidos por los niños. Su expresión frecuentemente es de disgusto con el resultado cierto de hacer sentir al niño que es "tonto". Aunque bastante a menudo ello no requiere de ninguna conclusión de su parte, puesto que el adulto lo expresa directamente: "Burro, no entiendes??!!", "Idiota, ¿hasta cuándo te voy a repetir?!", amén de claras expresiones gestuales que tienen un sentido similar.
Ahora bien, es de común ocurrencia que esto suceda al comienzo de determinados aprendizajes en que es normal que se presente algún tipo de dificultad. Desgraciadamente, repetimos, el fastidio del adulto en estos casos se traduce en regaños y descalificación que implican un rebajar la exoestima. Su resultado invariablemente es que el niño, por así decirlo, se "atasca" en la respectiva dificultad, produciéndose un círculo vicioso entre los errores del niño y las destemplanzas del adulto, interacción que muy frecuentemente se desarrolla en espiral.
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