LA EVALUACIÓN EN LA EDUCACIÓN BÁSICA
No es poco lo que el gobierno
mexicano, a través de la Dirección General de Evaluación de la Secretaría de
Educación Pública, realiza en materia evaluativa.
Sin
embargo, resulta paradójico que estos estudios, por más que reúnen información
de enorme pertinencia sobre los resultados de la educación nacional, sobre su
nivel de calidad, y sobre las diferencias entre regiones, tipos de escuelas, y
características de los alumnos y de los maestros, han sido realmente muy poco
útiles. Han servido muy poco para orientar la toma de decisiones en
materia de política educativa, porque las autoridades educativas no los conocen
o porque, conociéndolos, no han permitido que informen sus decisiones.
Han servido muy poco también porque la opinión pública no los conoce, y por lo
mismo no ejerce la presión necesaria para que los problemas que estas
evaluaciones descubren sean adecuadamente atendidos. Son conocidos los
reclamos de la opinión pública por la falta de difusión de los resultados en
materia de evaluación de los aprendizajes. La sociedad mexicana está ansiosa
por contar con información objetiva acerca de la calidad de la educación que se
imparte en las escuelas del país, y sobre la manera como ésta compara con la de
otros países, cercanos y lejanos en niveles de escolaridad y de desarrollo.
Por
primera vez, algunos resultados de algunas de estas evaluaciones aparecen en el
último Informe de Labores 1999-2000. Los datos que se presentan son
siempre relativos: calificados según norma, o comparando en el tiempo, y son
difícilmente interpretables desde la perspectiva de lo que la sociedad mexicana
quiere saber.
Desde
la investigación educativa, existen algunos estudios que incluyen una medición
de resultados de aprendizaje entre sus instrumentos. Estos estudios generalmente
recogen datos que no son representativos a nivel nacional. A pesar de
ello, son consistentes en identificar serios problemas relacionados con la
calidad de la educación, así como con la desigualdad de los resultados entre
zonas urbanas y rurales, estados más y menos desarrollados, población mestiza y
población indígena, y modalidades educativas. Proporcionan evidencia
suficiente para ocasionar preocupación por la calidad y la equidad de la
educación en el país, y razones de más para emprender acciones tendientes a
comprender mejor estos fenómenos y a combatir sus causas.
La importancia de la evaluación
Es
muy importante que en México se realice, se utilice y se difunda la evaluación
educativa por las siguientes razones:
- § Por lo bajos que resultan los resultados de aprendizaje en los diversos intentos que se han realizado en el país por medirlos.
- § Por las evidencias que existen de la forma como se distribuye la calidad de la educación básica entre alumnos de regiones. Clases sociales y grupos étnicos distintos.
- § Porque si los resultados no se dan a conocer, estas graves realidades permanecen ocultas y no son atendidas.
La
Ley General de Educación, publicada en 1993, otorga a la Federación las
funciones de normar, compensar y
evaluar. La relación entre las tres funciones, pero sobre todo entre la
evaluativa y la normativa, y entre la evaluativa y la compensatoria, es
evidente. Es necesario perseguir el objetivo de facilitar esta relación.
Es
necesario tener en cuenta que, en esa misma ley, se estipula con claridad que
las autoridades educativas están obligadas a dar a conocer a la sociedad los
resultados de las evaluaciones que realicen.
Cómo hacer evaluación educativa en México
Son
probablemente dos las razones fundamentales por las que en México se vive la
paradoja de, por un lado contar con información evaluativa de pertinencia y
calidad, y por otro de que ésta no se use ni se conozca:
§ La primera tiene que ver con el hecho
de que la evaluación educativa se realiza desde la propia Secretaría de
Educación Pública, que es quien define qué información da a conocer y cómo la
proporciona. La Secretaría de Educación Pública es juez y parte en este
proceso valorativo de la función educativa más importante, tan importante como
la de asegurar que los alumnos puedan acceder a la escuela: lograr que los
alumnos aprendan. En otros países ocurre igual, pero la información
evaluativa sí circula. El hecho de que en México esto no haya ocurrido
nos habla de la conveniencia de que la evaluación se realice fuera de la SEP, a
través de una institución que se rija por su propia ley orgánica que le obligue
a cumplir con ciertas condiciones.
§ La segunda sin duda hace referencia a
la ausencia en el país de una cultura de la evaluación. En México se ha
procedido con dos temores: el propio de ser evaluado (temor a las consecuencias
en reputación, salario, carrera futura), y el de la reacción posible del Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación. En el caso de la evaluación, se
juntan ambos temores, pues cuando se evalúan los aprendizajes, de alguna manera
se está valorando el trabajo de los maestros. Puesto que éstos están
temerosos de las consecuencias de ser evaluados, canalizan sus resistencias a
través del órgano laboral que los representa.
§ Esta segunda causa amerita un
tratamiento un poco más detallado. Efectivamente, hay fundamentos para
temer a la evaluación. Los esquemas evaluativos desprendidos de los
sistemas en boga de aseguramiento de la calidad efectivamente repercuten sobre
la reputación, los salarios y/o las posibilidades de carrera futura de diversos
actores dentro del sistema educativo. Es el caso, para bien o para mal,
del sistema de evaluación que los maestros han tenido la ocasión de conocer más
de cerca: el programa de Carrera Magisterial. Es el caso del uso que en
algunos países se hace de la evaluación del aprendizaje de los alumnos, que
puede llegar a repercutir hasta en el presupuesto asignado a la escuela o, como
en el caso de Inglaterra, en su eventual clausura.
Sin embargo, no toda
evaluación produce este tipo de efectos. Y la evaluación que requiere el
país no tiene porqué ocasionarlos.
En
México necesitamos información evaluativa que fundamentalmente:
§ Nos informe sobre la marcha de la
educación nacional y sobre su evolución. Esto nos conduce a producir
indicadores de desarrollo educativo que nos permitan, en todo momento, contar
con termómetros acerca del progreso, estancamiento o retroceso en relación con
procesos evolutivos prioritarios. Los relativos a la equidad son, desde
esta perspectiva, de especial importancia. Pero también podríamos
mencionar indicadores relativos a la cobertura, a la eficiencia, a la eficacia,
al impacto social y económico. México ya produce un conjunto de
indicadores relacionados con estos temas. Hace falta mejorar la calidad
de algunos, precisar y profundizar otros, ampliar algunos más, desagregar varios
de ellos y, sobre todo, leer evaluativamente lo que nos están indicando acerca
de la marcha del sistema, a fin de poder tomar las medidas correctivas o
promocionales pertinentes, a los diversos niveles de toma de decisiones dentro
del sistema educativo nacional. Estos indicadores nos responderían, entre
muchas otras, preguntas acerca de la capacidad del sistema educativo de atender
a su demanda, de hacerlo de manera cada vez más equitativa, de realizarlo con
eficiencia, de producir los resultados sociales y económicos esperados.
Toda meta de gobierno debe traducirse en un conjunto de indicadores válidos y
confiables que puedan ser utilizados para rendir cuentas acerca de su avance.
§ Nos señale el estado de la situación
en el país respecto de la calidad de la educación que se imparte, en función de
resultados de aprendizaje. Lo que se persigue con este objetivo es contar
con elementos para identificar los objetivos educativos que presentan mayores
problemas en su logro; para señalar el tipo de escuelas que parece estar
teniendo mayores dificultades para alcanzarlos; para ubicar regiones
específicas que parecen requerir mayor atención. Esta información es
justamente la relevante para que la evaluación retroalimente la función
normativa (el curriculum, los materiales de estudio, la formación y
actualización de docentes) y la compensatoria (los tipos de escuela, los
estados y regiones del país que requieren de una mayor atención en la forma de
recursos materiales, técnicos y humanos, porque presentan mayores dificultades
en el logro de los objetivos con todos sus alumnos). Además de lo
anterior, sería sumamente conveniente que esta información pudiera ser
comparable en el tiempo, de forma que conozcamos nuestro grado de avance y
mejoramiento respecto del logro de objetivos de aprendizaje. Y si pueden
realizarse estudios de investigación evaluativa que nos permitan profundizar en
las causas de estos fenómenos, pues mejor aún.
§ Nos proporcione información acerca de
los factores que inciden sobre la calidad que puedan ser modificados desde el
sistema. Bien sabemos que la calidad educativa es un fenómeno
multideterminado. Hay un conjunto de causas que son propias del contexto
comunitario y familiar; otras son propias de las características del alumno
individual. Pero otras más dependen de la escuela y del maestro. La
investigación educativa reciente nos indica que este conjunto de causas es
mucho más importante de lo que se había considerado. Estos factores
pueden ser modificados mediante políticas educativas y, sobre todo, a través de
procesos de mejoramiento de la calidad desde la escuela. Conviene,
entonces, contar con datos sobre el maestro y sobre la escuela que puedan
ayudarnos a comprender las diferencias en calidad y que orienten, en este
sentido, las decisiones, nuevamente a los diferentes niveles del sistema
educativo, incluyendo de manera muy importante a la escuela misma. Más
aún, se considera que son las propias escuelas, a través de sus colectivos
docentes, las más indicadas para generar información de esta naturaleza a
través de procesos de autoevaluación.
Ahora
bien, estos estudios se basan necesariamente en muestras nacionales que se
diseñen de forma tal que puedan ofrecer información sobre diferentes tipos de
escuela y regiones del país. De esta forma, los resultados de estos
estudios no pueden proporcionar información para tomar decisiones sobre
alumnos, sobre maestros, o sobre escuelas en lo individual. El maestro
seguirá siendo quien evalúe a sus alumnos y quien defina sus niveles de logro y
su promoción o retención en el grado. Es, por otra parte, importante que
siga siendo así: ningún sistema de evaluación externo tendrá la capacidad de
ofrecer información ni sobre todo lo que debe evaluarse, ni sobre el proceso
que ha seguido el alumno en su desarrollo. Sin duda los maestros deberán
perfeccionar sus propios procedimientos evaluativos a fin de poder realizar
cada vez mejor las evaluaciones de sus alumnos y de contar con elementos que
den fundamentos a sus decisiones. Pero la decisión sobre sus alumnos
seguirá siendo de ellos.
Esta
información evaluativa tampoco proporcionará información sobre los maestros en
lo individual. Sí, en cambio, podrá ubicar zonas, regiones o tipos de
escuela en las que los maestros requieran de apoyos especiales en asignaturas o
campos determinados. Podrá, por otro lado, señalar asignaturas, u
objetivos específicos dentro de ellas, que deban ser objeto de programas
especiales de actualización docente. Las evaluaciones de los docentes y
de sus alumnos propias del programa de Carrera Magisterial, que sí tienen como
objetivo tomar decisiones sobre los maestros en lo individual, no deberán
formar parte del órgano de evaluación al que nos estamos refiriendo. Su
función es distinta, y deberán por mismo estar ubicadas en otra dependencia.
Incluso
suponiendo que en algún momento resultara conveniente – y existieran los
recursos necesarios para hacerlo -- contar con información evaluativa de
naturaleza censal, sería muy importante que la información nunca se manejara ni
se divulgara a partir de la unidad escuela, salvo para la escuela misma.
Pudiera resultar importante contar con información censal para ciertos
propósitos. Uno de ellos, por ejemplo, es el desarrollo de la función
compensatoria. El conocido Programa de las 900 Escuelas en Chile,
cuyo objetivo era el de apoyar de manera extraordinaria a las escuelas que se
encontraban en peores situaciones de calidad educativa, pudo operar gracias a
que contaba con información censal de rendimiento académico de todos los
alumnos del país. Esta información, sin embargo, fue utilizada para
apoyar a las escuelas que se encontraban en peor situación, y no para
evidenciarlas o dañarlas. La orientación de la evaluación educativa en el
país debe, desde mi punto de vista, estipular con claridad la explícita
prohibición de utilizar la información para evidenciar o dañar escuelas
individuales.
Entonces,
si la evaluación no se utiliza para tomar decisiones sobre individuos (ni
maestros, ni alumnos, ni supervisores), y si tampoco puede utilizarse para
evidenciar o dañar escuelas singulares, sino en todo caso para apoyarlas, las
razones para temer la evaluación se desvanecen. Por el contrario, la
evaluación se convierte en un elemento (desde luego no el único, pero uno muy
importante) para mejorar la calidad de la educación en el país, y para asegurar
que esta calidad sea cada vez más equitativa. La evaluación es así un
aliado, y no un enemigo, del docente.
Un
organismo de evaluación externo a la Secretaría de Educación Pública, que tenga
como propósito ayudarle a cumplir mejor sus funciones normativa y
compensatoria, y que a ella y a sus contrapartes en los estados les proporcione
información que conduzca a decisiones que coadyuven a mejorar la calidad y la
equidad de los servicios educativos que ofrecen, tiene sentido para todos los
mexicanos.
Condición
para que estos propósitos se cumplan es que todos los actores estén informados
acerca de los resultados de la evaluación. Es muy importante que lo estén
todos aquellos que pueden tomar decisiones conducentes a transformar
situaciones que permitan elevar la calidad de los procesos y de los resultados,
desde el Secretario de Educación Pública hasta el maestro de grupo y el padre
de familia. Y resulta fundamental que la sociedad tenga los elementos
para juzgar sobre el estado y los avances de la educación pública en el país,
de forma tal que fortalezca los mecanismos propios de la democracia para propiciar
su mejoramiento.
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